Para entender la neuroarquitectura es esencial entender cómo funciona el cerebro y cómo el medioambiente lo afecta:

Nuestros cerebros tienen un componente genético que define los elementos principales de su estructura desde la gestación, pero el medio ambiente y el entorno hacen que esta se modifique y determine el desarrollo de este órgano.1 Hoy en día se sabe que el cerebro cambia durante el transcurso de toda nuestra vida como mecanismo de adaptación al entorno; a esta capacidad se le conoce como neuroplasticidad. De allí la importancia de crear entornos que sean saludables y estimulantes para la salud y el buen rendimiento del cerebro y el sistema nervioso en general. Sin embargo, esta no es una tarea tan simple, ya que nuestros cerebros son diferentes y esto hace que la percepción y las reacciones a un mismo entorno también sean diferentes.

La Dra. Winnie Dunn explica que nuestro procesamiento sensorial es diferente y que neurológicamente estamos en un espectro que va desde la hipo a la hipersensibilidad, lo que puede hacer que una persona disfrute un espacio pero que otra tenga muchas dificultades en ese mismo sitio. Es el caso de personas con condiciones de epilepsia fotosensible1 quienes pueden encontrar desencadenantes en su entorno como contrastes fuertes entre luz y oscuridad, luces intermitentes, luces de pantallas de televisión o luces de discotecas.
Por otro lado, el Profesor Arnold Wilkins quien ha explorado las fobias ambientales y de percepción visual como la agorafobia,1la claustrofobia,1 la acrofobia1 y la tripofobia,1 nos dice que una persona expuesta a estímulos que le resultan incómodos desarrolla respuestas de estrés como: sudoración, presión arterial alta, ataques de pánico, depresión o un comportamiento agresivo. Las fobias pueden producir una grave afectación en la vida diaria y deterioro en el desempeño laboral, académico, social y familiar.



En términos de desarrollo neurológico y cognitivo, se han reconocido al menos dos distinciones: los neurotípicos y los neurodivergentes.1 El término neurodivergente se ha aplicado para describir a una persona cuyo cerebro funciona atípicamente; eso incluye a personas con Trastorno de Deficiencia de Atención e Hiperactividad (TDAH), dislexia, dispraxia, sinestesia, discalculia, Tourette, epilepsia, depresión, Alzheimer, fobias o autismo.
Es fundamental revisar las cifras para comprender la magnitud de la situación actual: la OMS señala que 1 de cada 100 personas tiene trastorno del síndrome autista (TEA), y estima que hay 50 millones de personas con demencia, cifra que se triplicará en 2050. En Barranquilla, Colombia, entre el 15-17 % de los niños de 6 a 17 años padecen TDAH.
Accesibilidad e inclusión
Desde hace casi cuatro décadas el concepto de accesibilidad arquitectónica ha evolucionado; brindar acceso, circulación rápida y segura a las personas con movilidad reducida es una exigencia tanto del buen diseño como de las normativas hoy en día. Igualmente, las personas que tienen sus capacidades afectadas (visión, audición) de forma temporal o permanente tienen derecho a poder desarrollar su vida e interactuar de la mejor forma posible con su entorno, y tanto el diseño, la arquitectura como el urbanismo deben remover cualquier barrera que contribuya a su marginalización.
Cuando reconocemos que cada cerebro es único y que en la mayoría de los entornos donde desarrollamos nuestras actividades cotidianas convivimos con personas neurotípicas y neurodivergentes—algunas hipo o hipersensibles a estímulos sensoriales, con fobias o condiciones neurológicas—se vuelve esencial diseñar espacios que promuevan una vida saludable, plena y productiva para todos. Por esto, el arquitecto Steve Maslin, quien ha trabajado en accesibilidad, nos dice en su libro sobre diseño favorable para la mente que se debe diseñar de forma inclusiva.1
Adaptabilidad y flexibilidad
Uno de los factores clave para que el diseño sea favorable para todos es que pueda ser adaptable a las preferencias individuales. El edificio del Sainsbury Wellcome Centre (SWC), fue diseñado teniendo en cuenta que sus usuarios son una población neurodiversa.1 El SWC es adaptable y flexible, lo que permite a todas las personas (neurotípicas o neurodivergentes) adaptar su espacio de trabajo a sus preferencias personales sin interferir o molestar a los demás.
La OMS recomienda promover entornos inclusivos y de apoyo para las personas con autismo y otras discapacidades del desarrollo.
En este sentido, Ritchie adoptó para las oficinas, áreas de escritura y laboratorios un enfoque “plug and play” para la iluminación, la calefacción y la ventilación. Es decir, que estos elementos no están controlados por un sistema centralizado para todo el edificio o todo un piso, sino que posibilita la individualización, lo que permite a los científicos llevar a cabo su trabajo sin causar retrasos innecesarios, estrés o incluso una crisis. Por otro lado, los espacios como la sala de conferencias se pueden subdividir de acuerdo con las condiciones requeridas para exposiciones, conferencias públicas o para acomodar pequeños grupos de discusión.
Una de las ventajas de diseñar desde la perspectiva de la neuroarquitectura como un gesto de inclusión es que al final el beneficio no es para un grupo específico de personas sino para todos. En este sentido, toca aspectos de lo que se conoce como Diseño Universal.