El famoso virólogo Jonas Salk (1914-1995) estaba convencido de que la arquitectura a nuestro alrededor podía afectar nuestros estados mentales y nuestras habilidades cognitivas. Salk, quien se convertiría en uno de los científicos más respetados en el mundo, sufrió un bloqueo mental que no le permitía avanzar mientras trabajaba en el desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis. Por ello, en medio de su frustración, la presión mediática y las criticas a que fue sometido, decidió cambiar de escenario y tomar un pequeño sabático en Europa.
Salk dejó su laboratorio ubicado en un sótano del hospital de Pittsburgh en los Estados Unidos y se marchó al Monasterio de San Francisco en Asís, en Italia. Después de unas semanas sintió que el lugar y la arquitectura medieval del monasterio eran estimulantes y pronto la idea de cómo crear la vacuna vino a su mente.[1] Luego regresó a su laboratorio en Pittsburgh y produjo la vacuna que sería la más exitosa en la erradicación de la polio (1955)[2] la terrible enfermedad que durante la primera mitad del siglo XX azotaba a la población mundial y que había dejado a personajes tan prominentes como Franklin D. Roosevelt en silla de ruedas.

Esta experiencia (con un final feliz) convenció a Salk de la influencia que tienen el entorno y la arquitectura en el cerebro y las funciones cognitivas. Usando los recursos y la fama obtenidos con la vacuna contra la polio, Salk decidió crear un instituto de investigaciones. La visión de Salk para este instituto incluía un edifico con una arquitectura que generara una atmósfera propicia para estimular la creatividad, en un lugar con gran encanto natural; en donde además las ciencias naturales y el arte pudieran convivir y nutrirse mutuamente.
Para ello la Universidad de California no dudó en ofrecerle a Salk un terreno idílico de 27 acres sobre la costa de La Jolla, San Diego, con vistas al Océano Pacifico para que realizara su proyecto. Con respecto al edificio, Jonas encontró en Louis Kahn (un arquitecto que tenía reputación de ser un ‘filósofo’) al profesional capaz de llevar a cabo su visión. Así surgió el Salk Institute for Biological Studies en California, en 1963. Hoy en día, el Instituto Salk es una entidad independiente, de gran prestigio y reconocimiento global en el campo de las ciencias.


La suposición de Salk de que la arquitectura pudiera influenciar al cerebro fue comprobada años más tarde con el estudio de la neuroplasticidad del cerebro. Neuroplasticidad es la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y su funcionamiento como reacción al entorno. Por esto en 2002 justo en el seno del Instituto Salk, se crea la ANFA (Academy of Neuroscience for Architecture), una entidad a la que están vinculados tanto neurocientíficos como arquitectos dedicados al estudio de las respuestas humanas al entorno construido.
Los invitamos a leer más sobre el edificio del Instituto Salk, su proceso de diseño y los orígenes de lo que conocemos como neuroarquitectura.
[1] J.P. Eberhard. Brain Landscape. The Coexistence of Neuroscience and Architecture. Oxford University Press, New York, 2009, p.21
[2] El gobierno federal aprobó la vacuna para el publico el 12 de abril de 1955.