Calma en casa: Diseño consciente para el bienestar emocional

Después de un día lleno de trabajo, estudio, trayectos y demandas constantes… ¿En dónde aterrizamos?

Sería necesario retornar a un espacio que nos proporcione más que un techo: un lugar que nos ayude a calmar, desacelerar y reconectar con nosotros mismos, con nuestros seres queridos y con lo que realmente nos importa.

Pasamos alrededor del 90 % de nuestro tiempo en interiores ⁠—una cifra avalada por la Organización Mundial de la Salud.

Y, sin embargo, con demasiada frecuencia, nuestros hogares reflejan la misma sobre estimulación que encontramos afuera: ruido, desorden, iluminación agresiva, alertas constantes.
En lugar de calmarnos, continúan activándonos.

No tiene por qué ser así. Un hogar bien diseñado puede convertirse en un aliado para el sistema nervioso. Puede regular, suavizar y calmar —a través de decisiones intencionales en luz, sonido, distribución, textura y flujo.

Si pasamos la mayor parte de nuestras vidas en espacios interiores, entonces el diseño de ese entorno merece nuestra atención. Especialmente el que se supone que debe restaurarnos: el hogar.

Ansiedad y entorno construido: una conexión oculta

Los trastornos de ansiedad son uno de los desafíos de salud mental más comunes en el mundo, afectando aproximadamente a 1 de cada 6 adultos en el Reino Unido. Aunque la terapia y los medicamentos suelen recibir gran atención, el papel del entorno construido —especialmente nuestros propios hogares— permanece en gran medida fuera del foco.

La psicología ambiental y la neuroarquitectura sugieren que cómo experimentamos un espacio influye directamente en nuestro bienestar emocional. El desorden, el ruido, la iluminación intensa, la falta de control o un flujo espacial confuso pueden desencadenar respuestas abrumantes como aumento del ritmo cardíaco o la irritabilidad.

¿Qué hace que un hogar se sienta tranquilo (o no?)

  • Orden visual: El desorden incrementa la sobrecarga cognitiva. Vitrinas abiertas con objetos al azar o paletas cromáticas caóticas inducen intranquilidad. La calma surge con claridad visual: almacenaje cerrado, materiales coherentes y tonos suaves.
  • Zonificación y refugio: Los espacios sin jerarquía pueden sentirse desorientadores. Definir zonas (descanso, trabajo, socialización, retiro) ayuda a anclar comportamientos y emociones. Un “espacio dentro del espacio” —como un rincón de lectura o un área con cortinas— puede ser un refugio, especialmente en viviendas pequeñas o compartidas.
  • Iluminación: Las personas con ansiedad son sensibles a la luz, especialmente al resplandor artificial o al parpadeo fluorescente. Maximizar la luz natural y usar LED cálido con reguladores, disminuye la sobre estimulación y respalda el ritmo circadiano.
  • Confort acústico: Las superficies duras amplifican el sonido, mientras que materiales suaves (alfombras, cortinas, muebles tapizados) lo absorben. Esto no es solo confort: es regulación. Para alguien con ansiedad, incluso el ruido lejano puede sentirse invasivo.
  • Control y agencia: Pequeñas decisiones de diseño que permiten personalización —como elementos móviles, iluminación regulable o aromas— devuelven la sensación de control. Y el control, en la ansiedad, puede marcar la diferencia entre sobrellevar y desbordarse.

Del concepto a la práctica: estrategias cotidianas

No necesitas renovar tu casa entera para reducir el estrés. Empieza aquí:

  • Elige un área sobre estimulante —como el pasillo o la cocina— y simplifícala.
    Introduce soluciones de almacenaje inteligentes para optimizar el espacio y reducir el ruido visual.
  • Introduce un elemento biofílico: una planta, fuente de agua o material natural.
  • Crea una zona de calma: un cojín junto a una ventana, una habitación con iluminación tenue para momentos de desconexión.
  • Revisa la luz y el paisaje sonoro: ¿te apoyan o te agotan?

Pequeños cambios pueden generar grandes efectos emocionales.

Reflexión final: diseñando hogares emocionalmente inteligentes

Diseñar pensando en la ansiedad no significa espacios estériles o silenciosos. Significa incorporar la inteligencia emocional en la estructura de nuestras vidas. Al repensar cómo vivir bien, debemos preguntarnos no solo cómo se ven nuestros hogares, sino cómo nos hacen sentir.

No se trata de comprar cosas caras. La calma no se mide en precios, sino en espacios que se sienten seguros, familiares y emocionalmente alineados con quienes somos. Lo que realmente reconforta no es el lujo, sino el sentido de pertenecer: una silla que se ajusta a tu cuerpo, una planta que cuidas, una foto que nos recuerda que somos amados.

Diseñar para el bienestar empieza con la atención: ¿cómo entra la luz por la mañana? ¿Dónde se acumula el ruido? ¿Qué colores, texturas o recuerdos hacen que tu sistema nervioso exhale? Estas pequeñas decisiones sensoriales son donde empieza el trabajo real de los entornos sanadores. No piden perfección —solo intención.


Si quieres seguir explorando, lee

Aquí hay algunas fuentes confiables que exploran cómo nuestro entorno afecta el estrés, el sueño y la salud mental:

Published by Patricia Fierro-Newton

Architect and researcher based in London. I founded Neurotectura to explore how architecture can support neurodivergent lives through more empathetic and inclusive design.

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