En enero de 2010, se abrió una nueva etapa en el proceso de investigación para el diseño del Sainsbury Wellcome Centre (SWC). La Dra. Sarah Caddick, una de las gestoras del proyecto, organizó lo que llamó “el día de interacción con la neurociencia”, como una actividad que inspiraría al equipo de diseño a mirar más allá de lo puramente espacial.[1] Seis seniors neurocientíficos de la University College London (UCL), fueron invitados a hacer una presentación para los arquitectos sobre la forma en que trabajaban en sus grupos, el espacio que ocupaban, los requisitos de instrumentos científicos especializados y el alojamiento de animales de laboratorio. Después de la reunión, el arquitecto Ian Ritchie y su equipo visitaron cada uno de los seis laboratorios de UCL para tomar nota de cómo era un día típico en la vida de los investigadores en su entorno.[2]

La presentación de los neurocientíficos y las visitas de los arquitectos a los laboratorios de la UCL fueron tan productivas que terminaron estableciéndose como “herramienta para la toma de decisiones”. Sin embargo, en los siguientes talleres hubo un cambio de enfoque: no solo los arquitectos aprenderían sobre neurociencia y el trabajo neurocientífico –para diseñar un edificio hecho a la medida de sus necesidades–, sino que, los neurocientíficos debían aprender sobre arquitectura. La primera lección que aprendieron los científicos fue sobre requisitos técnicos como presupuesto, regulaciones de construcción, planificación urbana, medio ambiente y eficiencia energética que se debían respetar para que el proyecto fuera aprobado por las autoridades locales. Esto sirvió para que los científicos entendieran las repercusiones de pedir cosas superfluas, costosas o querer hacer cambios cuando el diseño estuviera avanzado.

La comunicación en los talleres fue difícil, ya que arquitectos y neurocientíficos trabajan bajo diferentes paradigmas. En este sentido, las sugerencias del arquitecto estadounidense John P. Eberhard, uno de los fundadores de la Academy of Neuroscience for Architecture (ANFA), fueron aceptadas y los neurocientíficos de UCL extrajeron datos y conclusiones de sus investigaciones para que pudieran ser útiles en el diseño del SWC.[3] Del mismo modo, Ian Ritchie tuvo que pensar más allá de resolver problemas de estructura, iluminación o construcción, para considerar cómo los componentes espaciales del diseño podrían afectar el cerebro y el comportamiento de los usuarios. Este ejercicio requirió un gran esfuerzo de ambas partes, sin embargo, la comunicación comenzó a fluir cuando ambos grupos empezaron a encontrar lugares comunes, por ejemplo, la percepción del espacio.

El Profesor John O’keefe (Premio Nobel 2014), quien sería el primer director del SWC, colaboró activamente en los talleres y formó una amistad con Ritchie. En febrero 2016, juntos participaron en el foro académico ‘Thinkspace’ organizado por The Bartlett School of Architecture de la UCL en donde hablaron de cómo el espacio es concebido y percibido desde sus disciplinas y de su experiencia conjunta en el diseño del laboratorio. O’keeffe explica que en el cerebro las células de lugar, localizadas en el hipocampo, junto con las células de dirección y las células de redo cuadrícula (ubicadas en la corteza entorrinal) al disparar crean un mapa del espacio que nos ayuda a identificar nuestra ubicación y navegar de un lugar a otro sin perdernos.[4] O’Keefe y su equipo también notaron que las células al disparar forman una cuadrícula regular cuando un individuo está en un espacio simétrico o de forma regular. Pero cuando el sujeto está en un espacio irregular o asimétrico, la cuadrícula se deforma perdiendo su patrón.[5]


Estos interesantes hallazgos podrían explicar la preferencia de los humanos hacia la simetría y la regularidad. De hecho, John O’keefe manifestó su satisfacción con el resultado final, cierta simetría vertical y horizontal del edificio, los ángulos suaves de los espacios internos de los laboratorios y la regularidad de la fachada del Sainsbury Wellcome Centre. Aunque John O’Keefe en su charla, no descalifica la arquitectura más disruptiva, irregular o deconstructivista (como la de Frank Gehry), si aclara que como sitio de trabajo prefiere la regularidad de su entorno porque le ayuda a mantener la retícula de sus neuronas en forma regular. Quizá esta preferencia tenga que ver con el hecho de que formas más regulares y simétricas dan un mejor sentido del espacio y un mayor grado de concentración.[6]
“Hemos aprendido el lenguaje del otro y, creo que en el proceso diseñamos el mejor laboratorio posible y el que satisface las necesidades de los científicos. Aún más, Ian ha revestido el edificio con una hermosa fachada de vidrio blanco cuyas ondulaciones reflejan simbólicamente la naturaleza de la ciencia que se llevará a cabo en su interior.”
John O’keefe
Sin embargo, hacer espacios simétricos y regulares no es siempre la solución como lo explica la Dra. Kate Jeffery, fundadora del Instituto de Neurociencia del Comportamiento de la UCL. En su trabajo, Jeffery explica que las células de dirección son brújulas internas capaces de rastrear el movimiento, lo que permite moverse entre diferentes puntos sin perderse. Sin embargo, para que estas células funcionen correctamente, se necesitan paisajes visuales familiares o distintivos. Jeffery encontró que la simetría rotacional es problemática para el sistema de dirección de la cabeza, ya que el paisaje visual puede ser ambiguo, y las células encuentran las señales de orientación difíciles. En el caso de la simetría del espejo, la navegación es más sencilla. Estos hallazgos han sido útiles en propuestas y estrategias de orientación, en el diseño de señalización pública o en el diseño de hogares para pacientes con demencia en los que Jeffery ha colaborado con arquitectos y diseñadores.
La arquitectura es una experiencia multisensorial y dinámica que supera lo visual o estético. Comprender la percepción espacial y el sistema de navegación en el cerebro humano podría ayudar a mejorar la experiencia a nivel fisiológico, cognitivo y emocional. Las emociones estéticas son cruciales para influir en la toma de decisiones, de entrar y movernos por los espacios.
En nuestro próximo artículo hablaremos sobre el aporte de otros neurocientíficos en elementos del diseño final del SWC.
[1] Para leer más sobre la primera etapa del proceso de las visitas a los laboratorios, piche en el enlace: https://neurotectura.com/2023/06/07/neuroarquitectura-aprendiendo-de-los-laboratorios/
[2] El equipo de Ian Ritchie y los ingenieros de Arup visitaron juntos los laboratorios, descubriendo que el aspecto más valioso de la visita fue tener la oportunidad de hablar con estudiantes de doctorados y postdoctorados, quienes estuvieron de acuerdo en que la interacción social era esencial para mantener el flujo de ideas.
[3] John P Eberhard, en su libro Brain Landscape (2007), propuso que los arquitectos hicieran preguntas en forma de hipótesis que pudieran ser verificadas por los científicos. Por otro lado, los neurocientíficos debían extraer datos que sus investigaciones que sirvieran a los arquitectos para dar dirección a sus diseños.
[4] Las neuronas se conectan en un punto llamado sinapsis (punto de contacto) en los que se producen pulsos eléctricos llamados potenciales de acción. Cuando una neurona produce dichos pulsos, se dice que dispara.
[5] Thinkspace. The Eye, the Brain and the Building: space in fine art, neuroscience and architecture. Bartlett School of Architecture. El artista Dryden Goodwin, el neurocientífico John O’Keefe y el arquitecto Ian Ritchie, discuten cómo los nuevos descubrimientos y las técnicas antiguas interactúan para darnos nuevas formas de percibir, crear e interpretar el espacio como un componente vital de la cultura. https://vimeo.com/159342209
[6] Este tópico sobre las formas espaciales y como afectan la concentración se verá mas adelante.
2 thoughts on “Sainsbury Wellcome Centre: Diálogo entre arquitectos y neurocientíficos”