“Damos forma a nuestros edificios; después ellos nos dan forma a nosotros.” Esta cita, a menudo atribuida a Winston Churchill, es más que una metáfora: es una afirmación que resume la base misma de la neuroarquitectura. Los espacios no solo nos rodean; nos transforman, influyen en nuestros sentidos, emociones y capacidades cognitivas. En el corazón del diseño inclusivo está esta misma idea: que el entorno puede ser un aliado o un obstáculo para nuestra mente.

El cerebro humano no solo interpreta el mundo exterior, sino que lo reconfigura internamente a través de sus sentidos y emociones. Esta capacidad de interacción constante con el entorno es lo que hace que cada experiencia espacial sea única e irrepetible.
¿Alguna vez has entrado en un espacio y te has sentido instantáneamente, abrumado o completamente en paz? La arquitectura habla a nuestros sentidos antes de que incluso nos demos cuenta.
La ciencia ha demostrado que los espacios que habitamos moldean cómo nos sentimos, pensamos y nos comportamos. La neuroarquitectura explora esta relación, ofreciendo nuevos conocimientos sobre cómo el diseño puede apoyar la salud mental, el rendimiento cognitivo y la inclusión.
El cerebro y el entorno
El cerebro es el órgano que regula y coordina todo lo que hacemos. Contiene nuestros pensamientos, nuestras emociones y gobierna nuestro comportamiento.
Mientras su estructura básica está genéticamente determinada durante la gestación, el cerebro sigue siendo altamente receptivo a su entorno. La investigación científica ahora confirma que el cerebro continúa cambiando a lo largo de la vida en respuesta al ambiente, un fenómeno conocido como neuroplasticidad.
Esto significa que la arquitectura nunca es neutral. Como parte del entorno de cualquier individuo, puede apoyar u obstaculizar la función cerebral. Diseñar ambientes saludables y estimulantes se ha vuelto esencial para el bienestar tanto del cerebro como del sistema nervioso en general.
Pero esta no es una tarea simple. Cada cerebro es diferente, al igual que nuestras reacciones al mismo espacio.
Nuestros cerebros tienen un componente genético que define los elementos principales de su estructura desde la gestación, pero el entorno y las circunstancias que nos rodean lo modifican y determinan el desarrollo de este órgano.

Esta ilustración refleja la rica diversidad del desarrollo neurológico, mostrando cómo cada cerebro tiene una configuración única.
No todos percibimos el entorno de igual manera
Existe una diversidad en las necesidades sensoriales que no solo impacta nuestra experiencia diaria, sino que también plantea retos significativos en contextos como la educación y el lugar de trabajo, donde es crucial crear espacios inclusivos que respeten y se adapten a estas diferencias.
Procesamiento sensorial
Como la Dra. Winnie Dunn explica en su trabajo sobre el procesamiento sensorial, todos nos encontramos en algún lugar de un espectro entre la hiposensibilidad y la hipersensibilidad a los estímulos sensoriales (Dunn, 1997). Esta variabilidad en la percepción sensorial es fundamental para entender cómo diferentes entornos pueden afectar a cada individuo de manera única.
Esto es particularmente relevante en entornos con características visuales, auditivas o táctiles fuertes. Las personas con epilepsia fotosensible, por ejemplo, pueden verse afectadas por luces intermitentes, contrastes agudos entre luz y oscuridad, o pantallas parpadeantes. Lo que puede parecer un toque de diseño para un visitante, podría desencadenar una convulsión en otro.
Fobias
El profesor Arnold Wilkins también ha explorado cómo ciertos entornos visuales pueden provocar reacciones fóbicas. Los patrones, la iluminación y la densidad espacial pueden llevar a respuestas como sudoración, ansiedad, aumento de la presión arterial o incluso ataques de pánico.
Para las personas con tripofobia, patrones como grupos de agujeros —encontrados en formas naturales como las cápsulas de semillas de loto o las colmenas— pueden provocar una intensa incomodidad.
Las fobias relacionadas con la percepción visual y del entorno incluyen la agorafobia, claustrofobia, acrofobia y tripofobia. Estas condiciones pueden afectar gravemente la vida diaria y disminuir el rendimiento en entornos laborales, académicos, sociales y familiares.


Aunque son comunes en la naturaleza, estos patrones visuales repetitivos pueden provocar miedo o repulsión en algunas personas.

Neurodivergencia
Recientemente, se han reconocido dos categorías amplias de funcionamiento neurológico: neurotípico y neurodivergente.
El término neurodivergente describe a las personas cuyos cerebros funcionan de maneras atípicas. Esto incluye a personas con:
- Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)
- Trastorno del Espectro Autista (TEA)
- Dislexia, dispraxia, sinestesia o discalculia
- Síndrome de Tourette o epilepsia
- Trastornos de salud mental como la depresión o las fobias
- Enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que 1 de cada 100 personas en el mundo es autista y que 50 millones de personas viven con demencia, un número que se prevé que se triplicará para 2050.
Estas cifras subrayan la urgente necesidad de repensar cómo diseñamos los espacios, no solo para el usuario “promedio”, sino para toda la gama de diferencias cognitivas y sensoriales.
De la accesibilidad a la inclusión
A lo largo de las últimas cuatro décadas, el concepto de accesibilidad arquitectónica ha evolucionado. Ya no se limita a rampas o ascensores. Hoy en día, un buen diseño y la legislación exigen que consideremos a quienes tienen movilidad reducida, visión o audición —ya sea de forma temporal o permanente.
Pero la accesibilidad debe ir más allá. Cuando reconocemos que cada cerebro es único, comenzamos a ver que la mayoría de los entornos —escuelas, oficinas, hospitales, transporte público— son compartidos por personas neurotípicas y neurodivergentes por igual. Algunos son hipersensibles al ruido o a la luz; otros pueden tener fobias espaciales o diferentes formas de procesar la información.
Diseñar entornos inclusivos significa crear espacios que permitan que todos prosperen. El arquitecto Steve Maslin, en Designing for the Mind (2021), nos recuerda que el diseño inclusivo debe convertirse en la norma, no en la excepción.
La OMS fomenta el desarrollo de entornos inclusivos y de apoyo para las personas con autismo y otras discapacidades del desarrollo. El SWC es un ejemplo destacado de cómo las decisiones arquitectónicas pueden cumplir con esa visión.


Un estudio de caso: El Sainsbury Wellcome Centre
Un ejemplo de diseño inclusivo en la práctica es el Sainsbury Wellcome Centre (SWC) en Londres, diseñado por el arquitecto británico, Ian Ritchie.
Este centro de investigación en neurociencia fue diseñado pensando en la neurodiversidad: sus espacios son adaptables y flexibles, permitiendo a los usuarios personalizar su entorno según sus preferencias.
Los sistemas de iluminación, calefacción y ventilación siguen un modelo de “enchufar y usar” (plug and play en inglés). En lugar de ser controlados de forma central, estos elementos se pueden ajustar individualmente, ayudando al personal a evitar el estrés o la sobre estimulación innecesarios.
Las salas de conferencias se pueden subdividir según las necesidades de una charla, discusión en grupo o exposición. Esta adaptabilidad apoya la productividad y reduce el riesgo de agotamiento o sobrecarga sensorial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) hace un llamado a desarrollar entornos que no solo sean inclusivos, sino que realmente brinden apoyo a las personas con autismo y otras condiciones del desarrollo.
Por qué el diseño inclusivo beneficia a todos
Quizás el argumento más poderoso a favor de diseñar teniendo en cuenta la neurodiversidad es este: todos se benefician.
La neuroarquitectura no se trata de dirigirse a un grupo específico. Se trata de crear entornos que respeten la variación humana, donde se priorizan la flexibilidad, la comodidad y la seguridad psicológica.
Este ethos se alinea con los principios del Diseño Universal: cuando diseñas para los márgenes de la experiencia humana, también creas mejores soluciones para el centro.
Referentes
Doidge, N. (2007). The Brain That Changes Itself: Stories of Personal Triumph from the Frontiers of Brain Science. Viking.
Dunn, W. (1997). The Impact of Sensory Processing Abilities on the Daily Lives of Young Children and Their Families: A Conceptual Model. Infants & Young Children, 9(4), 23–35. https://doi.org/10.1097/00001163-199704000-00005
Maslin, S. (2021). Designing for the Mind: A Guide to Creating Environments That Enhance Mental Wellbeing. RIBA Publishing.
Wilkins, A. J. (1995). Visual Stress. Oxford University Press.
Wilkins, A. J., Nimmo-Smith, I., Tait, A., McManus, C., Della Sala, S., Tilley, A., Arnold, K., Barrie, M., & Scott, S. (1984). A neurological basis for visual discomfort. Brain, 107(4), 989–1017. https://doi.org/10.1093/brain/107.4.989
World Health Organization. (2023). Autism. Retrieved from https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/autism-spectrum-disorders
World Health Organization. (2021). Dementia. Retrieved from https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/dementia
Sainsbury Wellcome Centre. (n.d.). About the building. Retrieved from https://www.sainsburywellcome.org/web/about/building
Photosensitive Epilepsy https://epilepsysociety.org.uk/about-epilepsy/epileptic-seizures/seizure-triggers/photosensitive-epilepsy