Imagina que eres un joven profesional creativo que comienza su primer trabajo. Estás lleno de ideas, ansioso por colaborar, listo para crecer. Pero en el momento en que entras a la oficina, sientes que no puedes respirar al ver una cuadrícula de cubículos idénticos, luces duras arriba y sin ventanas.

La atmósfera es extrañamente tranquila, pero no privada. Las conversaciones son amortiguadas pero audibles. Tus colegas miran hacia arriba, pero nadie establece contacto visual. Hay poco sentido de comunidad; sin embargo, tampoco hay sentido de soledad. Es como si fueras tanto demasiado visible como completamente invisible.
No puedes trabajar cómodamente, ni puedes entablar conversaciones que se sientan genuinas. La colaboración se siente forzada y la concentración profunda es imposible. A medida que pasan las horas, te comienzas a preguntar —no solo cómo terminarás tus tareas, sino si realmente puedes verte laborando en este lugar por muchos años.
El entorno y el cerebro
Nuestro entorno influye significativamente en nuestro mundo interior y estado mental, impactando emociones, pensamientos y comportamientos. La neurociencia respalda la idea de que los entornos —ya sea en casa, en el trabajo o en la escuela—pueden potenciar o disminuir los sentimientos de comodidad, concentración y productividad.
La neurociencia confirma lo que muchos diseñadores han intuido durante mucho tiempo: el entorno que nos rodea afecta nuestra química cerebral, lo que a su vez moldea nuestras emociones, pensamientos y comportamientos.
Uno de los mecanismos clave detrás de esto es la neuroplasticidad, la asombrosa capacidad del cerebro para reorganizarse al formar nuevas conexiones neuronales a lo largo de la vida. Al pasar tiempo en ambientes que nos calman o estimulan, nuestros cerebros se ajustan de manera correspondiente.

Así que, los espacios que apoyan el aprendizaje, la restauración o la creatividad no lo hacen por casualidad, sino que moldean activamente nuestras redes neuronales con el tiempo. Pero, ¿y si los espacios que creamos no fomentan estas capacidades cognitivas?
“Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”
Santiago Ramón y Cajal
La ciencia de la neuroplasticidad
Hace más de un siglo, el laureado con el Premio Nobel Santiago Ramón y Cajal sentó las bases de la neurociencia moderna con su Doctrina de la Neurona, pero también sembró las semillas de una idea que sigue siendo central en la neuroarquitectura hoy en día: el cerebro es maleable.
En sus observaciones, Ramón y Cajal reconoció que el sistema nervioso podía adaptarse y reconfigurarse en respuesta a la experiencia. Este concepto, ahora ampliamente validado por la investigación contemporánea, refuerza la verdad de que podemos moldear nuestros cerebros —y que los entornos construidos son participantes activos en ese proceso.


Jonas Salk: Una visión para el espacio creativo
Antes de desarrollar la primera vacuna contra la polio que fuera segura y eficaz, el Dr. Jonas Salk sintió una presión inmensa y una profunda frustración creativa. Durante un retiro en Asís, Italia, descubrió que la serenidad y belleza del entorno monástico le ayudaron a generar algunas de sus ideas más transformadoras. Lo que le permitió volver a su laboratorio y crear la vacuna.
Esa experiencia lo llevó a creer firmemente que la arquitectura puede influir en la creatividad humana. Visualizó un centro de investigación donde el entorno físico no solo sirviera a la ciencia, sino que también inspirara reflexión y bienestar. Para concretar esa visión, en 1957 invitó al arquitecto Louis Kahn a diseñar el Salk Institute for Biological Studies en La Jolla, California.
El resultado fue una obra maestra del diseño minimalista: formas puras, materiales sinceros y una simetría que invita a la contemplación. Su patio central, enmarcado por dos bloques simétricos y abierto hacia el océano Pacífico, está concebido como un espacio de contemplación que despeja la mente y estimula el pensamiento profundo.
La filosofía de Salk colocaba a la arquitectura no solo como refugio, sino como catalizador del florecimiento humano. Imaginó el Instituto como un lugar donde el entorno nutriera los avances científicos y, a la vez, impulsara la investigación sobre cómo el espacio moldea nuestra mente. Esta convicción sentó las bases para lo que hoy reconocemos como neuroarquitectura.
Architectural design, then, can change our brains and behaviour.
Fred Rusty Gage
¿Qué es la neuroarquitectura?
La neuroarquitectura es una disciplina emergente que une la neurociencia, la psicología ambiental y la arquitectura para comprender cómo el entorno construido influye en nuestra mente, emociones y conducta.
Explora la incidencia de factores como la luz, el color, la forma, el sonido o la disposición del espacio en el cerebro. Esto, para ayudar a crear entornos que ayuden a apaciguar nuestro sistema nervioso, algo que impacta directamente en nuestro bienestar, concentración, creatividad e interacción social.
Su propósito es claro: diseñar espacios que no solo cumplan una función práctica, sino que generen experiencias positivas. Ambientes que acompañen nuestros procesos cognitivos y emocionales, que favorezcan el equilibrio, el desarrollo y la salud mental a lo largo de la vida.
El Auge de la Neuroarquitectura
En 2002, la visión de Jonas Salk dio un paso formal hacia delante con la fundación de la Academia de Neurociencia para la Arquitectura (ANFA en inglés) en el Instituto Salk. Esta organización surgió con el objetivo de fomentar el diálogo entre arquitectos y neurocientíficos, promoviendo investigaciones que revelen cómo los entornos afectan nuestras capacidades mentales y emocionales.
En su discurso principal de 2003 ante el Instituto Americano de Arquitectos (AIA), el neurocientífico Fred “Rusty” Gage, entonces presidente del Instituto Salk, formuló cinco principios clave que han guiado desde entonces el desarrollo de esta disciplina:
- El cerebro controla el comportamiento.
- Los genes dan forma a la estructura y el diseño del cerebro.
- El ambiente influye en la expresión génica y, en última instancia, en la estructura del cerebro.
- El cambio ambiental cambia el cerebro.
- Por lo tanto, un cambio en el entorno cambia el comportamiento.
- El diseño arquitectónico, entonces, puede cambiar nuestro cerebro y comportamiento.
Desde esta perspectiva, el diseño arquitectónico no solo organiza el espacio: también puede moldear el pensamiento, las emociones y la conducta humana.
Un legado de espacios de sanación
El vínculo entre el entorno y la salud no es del todo nuevo. El arquitecto finlandés Alvar Aalto (1898–1976) sostenía que la arquitectura debía ofrecer una estructura sensible, alineada con la naturaleza y los ritmos del cuerpo humano.
El Sanatorio de Paimio de Aalto (1929–1933), concebido para el tratamiento de la tuberculosis, ejemplificó esta filosofía. Ubicado en un tranquilo bosque de pinos en el suroeste de Finlandia, el edificio fue diseñado para maximizar la luz solar, el aire fresco y la conexión con la naturaleza.
Las habitaciones incluían grandes ventanas y cada piso contaba con terrazas soleadas para que los pacientes descansaran al aire libre. La elección de colores, materiales acústicos y mobiliario buscaba reducir el estrés y favorecer la recuperación.

Situado en medio de un tranquilo bosque de pinos en el suroeste de Finlandia, el diseño del sanatorio fue cuidadosamente planificado para maximizar la exposición a la luz solar y al aire fresco, elementos clave en el tratamiento de la tuberculosis en ese momento. Las habitaciones de los pacientes contaban con grandes ventanales, y cada piso incluía balcones al sol donde los pacientes podían descansar y recuperarse.

En 1984, Roger S. Ulrich proporcionó un respaldo científico para este enfoque. En su estudio “La Vista a Través de una Ventana puede Influir en la Recuperación tras una Cirugía”, demostró que los pacientes con vistas a la naturaleza se recuperaron más rápido y requerían menos medicación que aquellos que enfrentaban una pared de ladrillo. Su trabajo se convirtió en una piedra angular en el diseño hospitalario basado en evidencia y datos.
Uno de los ejemplos contemporáneos más contundentes del diseño orientado a la sanación son los Centros de Maggie en el Reino Unido. Fundados por Maggie Keswick Jencks y diseñados por arquitectos destacados como Zaha Hadid, Norman Foster y Thomas Heatherwick, estos centros ofrecen entornos no clínicos para pacientes con cáncer y sus familias.


Cada Maggie Centre es original y sorprendente, pero todos transmiten la sensación de pertenecer a una misma familia. Son lugares tranquilos, acogedores y cálidos, llenos de luz. En el corazón de cada uno hay una mesa de cocina, rodeada de espacios cuidadosamente diseñados que ofrecen vistas de la naturaleza y permiten tanto la privacidad como el encuentro comunitario.
Cada centro es único, pero todos comparten ciertos principios: son lugares acogedores, tranquilos y luminosos, con una mesa de cocina en el corazón del espacio, vistas a jardines, y rincones tanto para la privacidad como para la convivencia.
¿Qué sigue para la neuroarquitectura?
La neuroarquitectura continúa evolucionando a medida que la investigación profundiza en la comprensión de cómo los entornos construidos influyen en el cerebro y el comportamiento humano.
Desde el impacto del diseño en la interacción social, hasta cómo la iluminación, los colores, los techos o la acústica afectan la atención, el estrés y el estado de ánimo, los avances en neurociencia proporcionan hoy herramientas concretas para crear espacios más humanos y eficaces.
Lo que durante décadas fue territorio de la intuición del arquitecto, ahora se respalda con datos y evidencia empírica. Esta alianza entre arquitectura y neurociencia no solo permite mejorar el rendimiento cognitivo y la salud mental, sino que impulsa una visión más ética y empática del diseño.
Por ello, diseñar con la mente en mente implica pensar no solo en la función y la estética, sino también en cómo se siente un espacio, cómo nos afecta y cómo puede contribuir a nuestro bienestar integral. Es una invitación a crear lugares que sanen, inspiren, conecten y eleven.
Un edificio. Una habitación. Un detalle a la vez.
Referencias
Cajal, the neuronal theory and the idea of brain plasticity. https://pmc.ncbi.nlm.nih.gov/articles/PMC10910026/
Workplace Woes: The ‘Open’ Office Is a Hotbed of Stress. https://ideas.time.com/2012/08/15/why-the-open-office-is-a-hotbed-of-stress/
New Research: Workers Hate Their Cubicles https://www.forbes.com/sites/susanadams/2013/11/25/new-research-workers-hate-their-cubicles/
History of Salk https://www.salk.edu/about/history-of-salk/
Revisit: ‘Aalto’s Paimio Sanatorium continues to radiate a profound sense-off human empathy’ https://www.architectural-review.com/buildings/revisit-aaltos-paimio-sanatorium-continues-to-radiate-a-profound-sense-of-human-empathy
Ramón y Cajal, S. (1894). Neuron Theory or Reticular Theory? Translated and republished in Shepherd, G. M. (1991). Foundations of the Neuron Doctrine. Oxford University Press.
Ulrich, R. S. (1984). View through a window may influence recovery from surgery. Science, 224(4647), 420–421. https://doi.org/10.1126/science.6143402
Salk Institute for Biological Studies. (n.d.). History and architecture. Retrieved from https://www.salk.edu/about/history/
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